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La libre elección de pasillo: juguetes, juegos, educación y comunicación LGTBI. Los colores del arcoíris

Hoy en nuestra entrada del blog tenemos el placer de contar con Katy Pallàs, presidenta de la Associació de Famílies LGTBI. Katy nos invita a reflexionar sobre la importancia de neutralizar la comunicación destinada a la infancia para un libre desarrollo de social y afectivo.

 

Tan importante es la libre elección de juguetes y juegos para las niñas y niños como la responsabilidad y vinculación por parte de jugueteros y distribuidores para que esto sea posible. La viabilidad educa.

 

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Los colores del arcris

El género es uno de los ejes de organización social que nunca se había puesto en cuestión: existen dos géneros, masculino y femenino. Eres hombre o eres mujer, no hay más alternativa. Si no te sientes ni uno ni lo otro, o te sientes el opuesto al que te han asignado, tienes un grave problema. Esta idea había estado reforzada por las tempranas tesis feministas, que incluso luchando contra el patriarcado todavía no alcanzaban a ver lo nocivo de esta estructura binaria. En los 90 empezamos a conocer que sí podíamos cuestionar el binario y empezamos a entender cómo en realidad funciona el género. Descubrimos que es mucho más diverso que dos al igual que sus componentes. Enseñar a nuestras hijas que debe gustarles el rosa y jugar con muñecas, ser pacientes, amorosas y destinadas a cuidar de los demás, que esto es lo que se espera de ellas, tendrá una gran repercusión en su desarrollo y hasta el final de sus días.

 

“No todos los hombres son fuertes, valientes ni tienen todas las respuestas.”

Por el contrario, enseñar a nuestros hijos que el azul debe ser su color y que sus juguetes deben ser aquellos que les enseñen a ser competitivos, fuertes, determinados o incluso violentos deja también a muchos de ellos en situación de inferioridad si no pueden cumplir con las expectativas sociales y familiares. No todos los hombres son fuertes, valientes ni tienen todas las respuestas.

 

Recuerdo a mi hijo, que con 5 años, en un centro comercial nos arrastraba hacia la zona de juguetes y delante de los dos pasillos, el azul y el rosa, quería examinarlos los dos, no quería perderse ni un solo juguete, los quería ver todos. Nos gustaba comprobar que tenía toda la libertad para elegir lo que más le gustase ya que jamás había escuchado mensajes que le orientasen en cuál debía ser su preferencia siendo un niño. Ya con siete años, solo dos años después, fuera de su entorno familiar había aprendido que existía esta fuerte diferencia y que si tenia algún juguete más definido como femenino no debía llevarlo al colegio o compartirlo con sus amigos, prefería compartir un juguete más definido como masculino. Entendimos que en su entorno social ya se había producido la comprensión de la división entre lo masculino y lo femenino y que retar a esta estructura podía llevarle a ser víctima de las burlas de sus compañeros. Nos entristeció profundamente, ya que era la evidencia de que a nuestros hijos los acaba educando la sociedad, que marca lo que es o no correcto cuando se trata de género. La “policía del género” había empezado a trabajar en la pequeña mente de nuestro hijo.

 

Delante de la cuestión de qué es ser hombre o qué es ser mujer las respuestas pueden ser muy diferentes según nuestra cultura, entorno social o creencias religiosas, si las tenemos, con la seguridad de que será imposible encajar a la perfección en esa definición, sea cual sea. ¿De qué sirve una definición en la que muy poca gente puede encajar?, me pregunto. ¿De qué sirve someternos a una estructura social que para sostenerse debe discriminar a aquellas personas que por diferentes razones no caben en ella? Seguir definiendo a las personas en estas dos categorías se convierte en violencia social para todas aquellas que no encajan, produciendo sufrimiento y estigma.

 

“¿De qué sirve someternos a una estructura social que para sostenerse debe discriminar a aquellas personas que por diferentes razones no caben en ella?”

El lenguaje y cómo lanzamos nuestros mensajes son piezas clave que ayudan a mantener o a romper con este binarismo que todo lo atrapa. El uso de un lenguaje inclusivo, en ocasiones neutro, hace que muchas más personas se sientan interpeladas y, por lo tanto, incluidas dentro de la comunicación que se establece con ellas. Si siempre hablamos de papás o asumimos que todos los niños y niñas tienen un papá y una mamá, asumimos la existencia de un único modelo familiar, un único modelo válido sobre todos los demás. Entramos en un modelo poco democrático ya que asume que solo debemos considerar la mayoría y obviar a las minorías. Sin embargo lo minoritario también importa. Hablemos de familias y no de “papás”, nombremos a todos los padres y a todas las madres, mostremos familias diversas. Dejemos de celebrar el día del padre o de la madre y celebremos el día de las familias el 15 de mayo, por cierto.

 

Os invito también a romper con el rosa y el azul. A las mujeres no solo nos gusta el color rosa ni a los hombres el azul. Obviamente el mensaje que lanzamos con estos dos colores va mucho más allá del centro comercial. Les estamos diciendo a niños y niñas que no son iguales, que deben vivir bajo premisas diferentes por que son distintos. Así sus sentimientos, sus deseos, su sexualidad y su función social es diferente.

 

“Os invito también a romper con el rosa y el azul”

Esta división binaria es un error que no ayuda a nuestros hijos e hijas a crecer con la certeza de que viven en una sociedad que les ofrece igualdad de oportunidades aunque la ley así lo haya establecido. Sin embargo estoy segura de que sí deseamos para ambos un trato igualitario en la escuela, entre sus amigas y amigos, en el mundo laboral, en sus relaciones de pareja y en el largo etcétera de experiencias que les quedan por vivir. Pero este trato igualitario es responsabilidad de todas y todos, no puede ocurrir de facto si no trabajamos para que ocurra.

 

No me cabe la menor duda de que queremos que nuestras hijas e hijos se proyecten hacia el futuro sin tener que justificar sus preferencias afectivas ni su expresión de género. Trabajamos para que sepan que deseamos que crezcan sanos y felices pero, sobre todo, libres. Queremos que puedan elegir entre todos los colores del arcoíris.

 

Katy Pallàs,
Presidenta Associació de Famílies LGTBI